lunes, 17 de junio de 2013

CÓRDOBA, A PIE DE TIERRA
  Después de colgar, hace unos días, el precioso editorial que me dedicó Rosa Luque, me he dado cuenta de que debería haber hecho lo mismo con el artículo que Pilar Sanabria publicó hace un par de semanas sobre mi libro Córdoba, a pie de tierra. Ella, que fue una de las intervinientes en el acto de presentación de la monografía, me conoce también desde hace tiempo, y ha sabido trascender más allá de lo evidente, hasta expresar con delicadeza exquisita su opinión sobre un libro en el que yo he puesto corazón, sangre y alma. ¡Gracias también a ti, Pilar; por entenderme, apoyarme y derrochar sensibilidad a manos llenas...!


Córdoba, a pie de tierra

Pilar Sanabria Cañete, Poeta 28/05/2013
  El pasado 24 de abril, de la mano de la entrañable editorial cordobesa El Almendro, tuvo lugar la presentación del libro Córdoba, a pie de tierra , un diario privilegiado del último lustro en el que Desiderio Vaquerizo recopila sus artículos de prensa, con ilustraciones de Curro Fuentes. En sus páginas se entremezclan, como en una poderosa mixtura de esas que se escanciaban y servían en las cráteras antiguas, esencias de historia, arte y filosofía, convocadas de forma profusa en torno a esta Córdoba que vivimos y sobrevivimos. Todas las perspectivas en arqueología están afectadas por un principio de expresión transversal: la escritura, y en esta obra el lector encontrará múltiples estrategias literarias, pues su autor ha sabido infiltrarse en los textos con la cercanía y la proximidad del hombre que contempla.
  Desde la perspectiva de lo que un día fue construido para recrear el pasado, hay también un transporte al presente, un lazo común de identidades y una escala común de lejanías. D. Vaquerizo practica una arqueología comprensiva, la de un ser desbordante, que incluye la crítica de sus propios errores. A través de pistas, de deducciones, de interrogar a los testigos de lo cotidiano, de desmenuzar los vestigios de ese escenario de la vida que son los hechos, las diacronías, los antecedentes de lo que sospecha, abre plenamente las puertas al yacimiento de la desidia humana, de los desencuentros, de la excavación de los estratos más recónditos que se esconden en todos nosotros. Se erige así en arqueólogo del alma, un ecologista de lo humano, reconstruyendo lo mejor y lo peor de nosotros mismos. A pie de tierra, el hombre se funde con el hombre, sin género, apellidos, ni pronombres; centra toda su fe en la integración de la subsistencia, en el asentamiento investigado, en los restos vegetales o en los huesos que son la horma que nos dignifica todavía. Desiderio excava como nadie en las pasiones humanas: grandes y pequeñas, todas son válidas; y eso se percibe en cada una de sus palabras, que son pura agua de una fuente de vida. Mediante la creación, se agrega a los reinos del universo más plural, se vuelve traductor de la realidad objetiva y la compleja subjetividad humana. Es un mentalizador, comparte la idea platónica de la caverna, en la cual desde ese nido de sombras, recuerda el "alma pura", es asaltado por la inspiración vital para expresar lo que recuerda.
  Hay en estas páginas --verdadera arqueología literaria entendida con vocación de servicio-- un ser cognoscente que se ocupa de aprehender e interpretar el mundo desde su punto de vista (y dice F. Betto que "cada punto de vista es la vista desde un punto"), que se nos entrega desde el compromiso, por y para la comunicación. Su autor despliega en ellas el entrenamiento más riguroso de lo intuitivo. Encontramos así al hombre sensible y receptivo, que respira con plenitud bajo la parra de un patio mediterráneo, que habla de los honores funerarios y las medidas de la muerte en la Hispania romana, del aceite de oliva que nutría el alma, de los encajes del agua definitorios de las fragancias de Córdoba, del río de Córdoba que parece deambular siempre entre históricas cicatrices de olvido, de ese corazón nadando en la docencia más desnuda, de la aberración del sistema. Y se pregunta, desgarrado: "Quo vadis Córdoba...?".
  Les recomiendo, encarecidamente, que acudan a esta redención literaria, a esta apertura a las calles que pisamos, y que son la prolongación de civilizaciones que nos legaron un denso entramado de sabiduría. Es la autenticidad de un escritor que ha virado entre la rotundidad de Eros y Tánatos en El Arbol del Pan , el ovillo de tramas y personajes pasados y presentes viviendo un paisaje de suspense y de leyendas en El Cerro de los Cráneos , y los desastres de la España rural más trágica y femenina, con mujeres sufridoras en latencias de callejones de lobo, de merecidos chocolates con veneno, o de bellas diosas hundiendo alfileres de cristal, vengadoras de ancestrales vasallajes. Este universo plural de líquidas escenas, de seducciones fieras a través de la palabra, conforman el horizonte y la intemperie creadora de D. Vaquerizo. Todo un estigma de rumbos hacia donde dirigirse a tumba abierta, sin hacer preguntas, por el sólo placer del hallazgo. Gracias, Desiderio, por mantenerte en esa trinchera, en esa barricada no siempre grata de la resistencia a lo monocorde. Sabremos reconocerte en la entrega siempre que abramos un libro tuyo...

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